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Eje 1. De la Escuela a la Ciudad creativa

La educación no solo representa un vehículo de transmisión de conocimientos, sino que actúa como catalizador para empoderar a las personas, fomentando la equidad y el acceso a oportunidades. Una educación de calidad, orientada hacia el desarrollo integral, fortalece las capacidades de los individuos para comprender, cuestionar y transformar las estructuras que perpetúan desigualdades. Además, al incorporar la creatividad en los procesos educativos, se potencian habilidades como el pensamiento crítico, la resolución de problemas y la innovación, necesarias para abordar los retos contemporáneos de manera dinámica y efectiva.  Es decir, “ La creatividad es el alma de las estrategias innovadoras orientadas al aprendizaje” De la Torre, S. (2010).

De la Torre (2010), destaca la importancia de transformar las escuelas en espacios que fomenten la creatividad desde edades tempranas, ésta debe integrarse en todas las áreas del currículo, no solo en las clases de arte, con el objetivo de desarrollar competencias como la fluidez de ideas, la flexibilidad y la originalidad. Las escuelas vistas como el núcleo de la sociedad, tienen el potencial de formar ciudadanos capaces de contribuir a una ciudad creativa, donde la innovación y la adaptabilidad son esenciales. La educación creativa, por tanto, no solo beneficia a los individuos, sino que también impulsa el desarrollo de ciudades más dinámicas y resilientes.

Las escuelas representan una parte fundamental en cualquier ciudad y por extensión en cualquier sociedad ya que se constituyen en el motor de la misma. Una ciudad creativa se forma gracias a ciudadanos creativos; y estos se forman desde la más tierna infancia. Si adoptamos el concepto de creatividad  propuesto por De la Torre (2001), como una capacidad y actitud que permite a las personas dejar una huella personal, institucional o social, producto de la interacción de componentes biológicos, socioculturales y psicoafectivos, y que se caracteriza por la capacidad de generar ideas originales y útiles, la flexibilidad para adaptarse a diferentes contextos y la disposición para aprovechar los estímulos del entorno, es necesario redireccionar nuestra mirada de las apuestas formativas, definiendo en su complejidad el tipo de hombre que queremos formar. Un individuo, que pueda integrarse en la sociedad como miembro de pleno derecho y capaz de enfrentarse con éxito a los problemas que en su modernidad plantea, en concordancia con el carácter social y ético de la creatividad planteado por el autor, en el que enfatiza que no solo se trata de producir algo nuevo y original, sino también de que sea congruente con los valores universales.

Una apuesta que motiva a repensar la pertinencia de los modelos educativos actuales y que invita a trascender de la escuela tradicional a una escuela que estimule el talento innato de los estudiantes, que les permita desarrollar su potencial y alcanzar una plena expresión del mismo (Menchen, 2015), entendiendo que el aprendizaje no solo ocurre en las aulas de clases de manera aislada, sino que conecta los saberes con las competencias propias de cada ser, teniendo en cuenta las necesidades del entorno y sus dinámicas culturales, sociales y económicas (Usai, 2016). Al integrar la creatividad en todas las áreas del currículo, las escuelas pueden formar individuos capaces de contribuir significativamente a una ciudad creativa, donde la innovación y la adaptabilidad son esenciales para el desarrollo social y económico.

Es necesario que la escuela de hoy se resignifique integrando al currículo  la creatividad como un desafío prioritario. Las ciudades no pueden seguir siendo espacios separados de la educación, sino que, por el contrario, deben nutrir las habilidades y la creatividad de los estudiantes. Se busca transformar la ciudad en un ecosistema creativo, que combine cultura, educación y participación ciudadana, donde las instituciones educativas, las organizaciones culturales, las industrias creativas y los ciudadanos colaboren para generar un entorno propicio para la innovación (Landry, 2020).

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